¿Tía María también va?
(Publicado hoy en Diario Exitosa)
Según Apoyo, solo el 29% del Perú urbano está informado sobre Tía María y sus problemas de entorno. De este grupo, cerca del 30% desaprueba el desarrollo del proyecto y el 60% lo aprueba: no hay un gran consenso urbano –y menos nacional– a favor de esta inversión. Mientras tanto, Southern es mayoritariamente resistido en Islay debido a sus antecedentes contaminantes.
Los cerca de 500 millones de soles anuales que se tributarían no son de vida o muerte para el presupuesto nacional ni para la realidad administrativa del Estado peruano. El aporte del proyecto al PBI es de relativa relevancia, por concepto y por volumen.
Palacio defiende abiertamente el proyecto: el premier –voz y ánimo del Presidente– se ha comprometido a sacar Tía María adelante. Para dialogar, la empresa ha prorrogado su inicio de operaciones por un año, pero las protestas exigen el retiro definitivo de la minera. Esto es complicado: porque la rentabilidad privada de la inversión es alta, porque hay contratos de por medio, y sobre todo porque este gobierno está comprometido con la gran inversión.
Hace mal el Ejecutivo en mezquinar explicaciones públicas en relación al Estudio de Impacto Ambiental y en negarse al escrutinio internacional. Pero incluso en el escenario de un gobierno que logra convencer a una mayoría nacional, si la población de Islay insiste en cerrar el proyecto –así sea con razones de apariencia populista– el Presidente debe retroceder y hacer un llamado al diálogo nacional.
El Perú no es ajeno a las tendencias políticas contemporáneas: el poder se ha desconcentrado y repartido, no hay mayorías parlamentarias o éstas son breves, los ciudadanos son más exigentes que antes y las preferencias sociales son diversas. Esta realidad es más aguda entre nosotros, porque somos un país fragmentario y con pendientes estructurales.