Dogmas políticos
Aunque pocas veces se mencione, una de las principales taras de nuestra vida política es que estamos llenos de líderes y opinantes de posturas dogmáticas. Y sucede en pleno siglo XXI, cuando todo cambia y se fusiona.
Dogma es pretender que algunos valores políticos son definitivamente superiores a otros. Es cierto que hay algunos mínimos democráticos – siempre difusos en sus límites– que permiten la convivencia entre diferentes: libertades individuales, la posibilidad de exigir explicaciones al Estado y la rotación de autoridades. Sin embargo, es un error creer que en todos los casos la voluntad de bienestar colectivo es superior a la apetencia individual, o viceversa.
La evolución biológica nos muestra que en ciertos contextos conviene que haya competencia entre individuos, pero en otros resulta más eficiente la cooperación. Asimismo, nacemos y morimos solos, pero en el trayecto estamos acompañados de la familia, en la mayoría de casos. Y luego resolvemos muchos de nuestros problemas de manera personal y vigilando celosamente el avance del otro, pero pronto buscamos sosiego en el grupo en el que confiamos.
Lo hace el común de la gente en su vida cotidiana: se va acomodando estratégicamente a las situaciones que le resultan más adecuadas para sus fines, asumiendo dinámicas que fluyen entre lo cooperativo y lo egoísta. Y no se sienten pecaminosos ni se torturan por vivir en dicha incertidumbre moral: la dureza de la vida les ha enseñado que así son las cosas.
El asunto no es intelectual ni académico, sino práctico. La única manera de generar los consensos que tan urgentemente necesita el país es evitando descalificar al que piensa distinto, y eso se logra dejando de pensar que derecha o izquierda son verdades finales por las que se debe optar de modo excluyente. Sin este cambio racional y emocional, incluso los términos centro-izquierda y centro-derecha son eufemismos de dogma.
Los amores ideológicos febriles suelen ser la voz de un ego con pendientes: es el ánimo de diferenciarse públicamente del resto, para ser el promotor de una verdad salvadora que solo unas cuantas inteligencias perciben.