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Tendencia apolítica

Publicado: 2015-06-19

La última encuesta urbano-nacional de GfK arroja una tendencia cultural que acrecienta nuestros pendientes nacionales: la incapacidad de involucrarnos en la solución de problemas colectivos. Frente a la frase “la política me interesa solo cuando afecta temas que me tocan personalmente”, el 29% responde que está totalmente de acuerdo y el 48% que está de acuerdo. Es decir, el 77% valida este sentido común, y solo un 14% lo rechaza. 

No es un asunto menor, en la medida en que los principales problemas que nos aquejan no son pasibles de ser solucionados con la sola intervención del aparato público, sino que demandan del concurso de todos. La creciente inseguridad ciudadana, por ejemplo, no se va a poder enfrentar si la ciudadanía no realiza labores preventivas individuales y vecinales. No hay dinero ni calidades profesionales para cubrir todas las necesidades logísticas de seguridad: si no actuamos todos, afectados y no afectados, no hay salida.

Lo mismo sucede con la corrupción y la informalidad. De alguna manera todos participamos de la costumbre de violentar la ley en provecho propio, precisamente porque no somos sensibles frente al hecho político de que con estos actos socavamos el bienestar colectivo. Mientras más quebramos la norma, sin castigo y a vista del resto, menos referentes legales de comportamiento tendremos, y más caótica, violenta e injusta será nuestra convivencia.

También la ausencia de partidos políticos sólidos y relativamente coherentes ─la más crítica de nuestras carencias institucionales─ será imposible de ser superada si por lo menos un buen grupo de nosotros no siente que interesarse por la política es una práctica que trasciende el beneficio individual. Y no se trata de entercarse con plataformas tradicionales, sino de entender que estos filtros institucionales ─aun cuando adopten formas dinámicas hasta hoy desconocidas─ son indispensables para lograr consensos que nos permitan avanzar en relativo orden y sostenidamente.

Me pregunto si es posible revertir esta tendencia con un modelo de desarrollo que fomenta tanto la competencia y asfixia de obligaciones laborales a las personas. Me pregunto si sabemos hacia dónde estamos yendo.


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Camino al andar

Reflexiones sobre gobierno y coyuntura política