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No hay orgullo más grande

¿Por qué Gareca sí y Markarián no?

Publicado: 2015-07-05

Viendo resultados y rivales, Gareca no ha hecho más en esta Copa América que Markarián en la anterior, y acaso ni lo ha igualado, pero la gente futbolera está más entusiasmada con el primero. El mucho mejor liderazgo del argentino explica una gran parte de esta aparente paradoja. Y luego está el plus de haber sido futbolista de alta competencia, lo que permite a Gareca interpretar mejor al jugador peruano, aunque por ahora no muestre los brillos tácticos ni la creatividad estratégica de Markarián. 

En relación al liderazgo, lo primero es que Gareca se dio rápidamente cuenta de que el caso futbolístico peruano era tan, pero tan precario, que no había mayor riesgo en decir que no prometía nada y que el objetivo de la Copa América era sólo pasar la primera ronda. Con esto quitó presión a los futbolistas y no entusiasmó a nadie más de la cuenta. Markarián insinuó siempre que íbamos a clasificar: podemos, decía a cada momento. Además, Gareca zanjó rápidamente con la prensa del espectáculo para proteger al grupo: la vida privada del futbolista es sólo de él, este comando técnico vigila la convivencia, el entrenamiento y el nivel individual a la hora de la verdad, dijo. Markarián tuvo más bien severos gestos disciplinarios frente a las denuncias periodísticas, y sanciones que todos sabíamos insostenibles porque no se podía dejar fuera a, por ejemplo, jugadores como Farfán.

También está la presencia pública: Gareca se concentra en el equipo, no en el estado de ánimo nacional, los comentarios de la prensa o la transformación del futbol peruano. Markarián hizo propuestas hasta al mismo ministerio de educación en materia de escolaridad física, además de querer liderar cambios en la organización del campeonato local. Y cada que pudo se codeó con el presidente (siempre dispuesto), a quien incluso le regaló una biblia mientras se encomendaba a dios para poder darle una alegría futbolística al pueblo peruano. A los medios, obviamente, les dijo que Perú estaba muy bien cada vez que ganó, y cuando perdió puso toda su capacidad argumentativa de rioplatense para evadir las críticas, e incluso se permitió irritarse -siempre le ganó el ego- cuando algún periodista no le siguió la corriente públicamente. Markarián quiso hacer una alianza con algunos referentes de la prensa deportiva, Gareca tiene sólo una relación cordial con los medios, porque nunca ha ofrecido o sugerido ninguna perfección. Hay una equilibrada sabiduría en Gareca, que contrasta con el ímpetu de especialista transformador y salvador de Markarián.

Gareca fue siempre justo con el grupo: a todos apoyó, a ninguno vendió públicamente en los errores o los malos momentos (Markarián sí señalaba rendimientos bajos en los peores partidos) y a nadie le garantizó titularidad indiscutible, ni siquiera a los “extranjeros” más pintados. Markarián no tuvo ese coraje, porque su plan inicial de sentar a un inestable Guerrero se perturbó luego de la gran Copa América 2011 del depredador. En adelante ya no pudo romper el acuerdo de titularidad y liderazgo con Pizarro, y no le quedó más remedio que poner a los cuatro fantásticos en cancha, incluso de visita. Sacar a Guerrero era insostenible frente a la opinión pública, sentar a Pizarro le desestabilizaba la tranquilidad grupal.

Después está lo estrictamente futbolístico, que también es consecuencia de todo lo anterior. Además de mandar al banco a Vargas y Pizarro, a ambos les dio posiciones acordes a su momento: ninguno tiene la explosividad de antes, y está claro que el centro-delantero nunca honró en Perú su puesto de nueve. Así, Pizarro jugó sólo cuando fue oportuno y de segunda punta (detrás de Guerrero) y Vargas lo hizo de marcador, recuperando titularidad durante el torneo, ciertamente. Ninguno de los dos mostró el menor gesto de protesta ni complotó en la interna.

No es verdad que Markarián no quiso apostar por atacar o por el toque peruano (jugaban Cachito y Cruzado al medio), pero el compromiso de titularidad con los cuatro fantásticos (ponerlos juntos en Quito y en Santiago fue claramente un exceso) le complicó el equilibrio entre ataque y defensa, y terminó queriendo atacar atacar con vértigo y sobre todo abriendo la cancha. 

Gareca sido jugador de muy buen nivel y sabe reconocer estilos e identidades futbolísticas, así que también fue por el toque corto y creo que con mayor voluntad: restringió la veloz y permanente penetración por los extremos (los centros fueron esporádicos y usualmente realizados por los marcadores de punta cuando buscaban la sorpresa), juntó a los de pie sensible en el centro posterior del campo y dispuso como principal herramienta de ataque las triangulaciones. Sí, como en la pista, como en el barrio cuando se apuesta una gaseosa. Así encontró a Cueva (de obvio talento para quien ha estado en un campo de fútbol), ajustó a Carrillo hasta que éste se aproximó más a la idea del técnico y pudo ser protagonista, puso al genio de Ascuez de central con clara orden de salida limpia, dejó a Farfán de media-punta y a Lobatón (35 años) de distribuidor central: y por momentos esta fórmula nos dio la fiesta del buen toque y la elegancia despectiva que tanto nos gusta. Es claro que en esta filosofía de juego no se necesita tanto del vértigo internacional, y más bien queda espacio para la cadencia de nuestros jugadores locales.

Finalmente, Gareca inyectó atrevimiento en los jugadores: cuentan que en el entretiempo del debut contra Brasil, el técnico retó duramente a los futbolistas, pero no por mostrar una marca tan pasiva frente al talento rival (lo que luego se reconoció), sino porque no atacaban ni copaban el campo contrario. El fútbol se gana con goles, habría dicho levantándoles la voz.

Y ése es el proyecto que ilusiona y trae fe a todos, aun cuando el técnico insista en pedir prudencia y siga apareciendo con oriental modestia en los medios. ¿Y el mundial? Ojalá alguna vez, como consecuencia de nuestro indiscutible talento para el juego de la pelota. Lo que sí queremos casi todos (en primera fila el suscrito), y de inmediato, es que nuestra identidad futbolera vuelva a ser respetada, que se sepa quiénes somos los peruanos con la pelota en los pies. Que siempre se le gane a Argentina en Lima, que a los vecinos cercanos de norte y sur los pasemos por encima con oles en el Nacional, que cuando los uruguayos se nos pongan al costado sientan que tienen los pies redondos en pleno Centenario, y que Brasil recuerde que con nosotros en la cancha hay ballet asegurado.

Lo dijo el gran Jorge Valdano: no hay orgullo más grande que ser reconocido por un estilo.


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Camino al andar

Reflexiones sobre gobierno y coyuntura política